domingo, 12 de febrero de 2012

¡Gasta cudiaoooo!!!


Acantilado de Barbate
Por JM Relinque,


La decisión estaba tomada. Aquella sesión de psicoterapia individual, la primera y última, había tenido la máxima rentabilidad y efectividad. Toda mi angustia se resumía en un bloqueo que me auto imponía, un mirar hacia otro lado. Aquella sesión me lo dejó claro: ¡quillo, coge el teléfono y ponte en acción! , llama a tus contactos y mueve el culo.

Una energía inmensa me inundaba, soltaba un enorme lastre, me sentía feliz, estaba entusiasmado por aceptar lo que negaba.  Emocionado, presentía que una nueva época estaba comenzando.

Pletórico arranqué el coche y me dispuse a cruzar la ciudad. Conocía las calles de años atrás cuando trabajaba en la zona, ahora estaban un poco cambiadas. Montado en mi nube de excitación no observé que habían cambiado de sentido una de las calles y casi me meto en dirección prohibida. Intento corregir la posición dando marcha atrás prudentemente, pero al parecer insuficiente pues fue tarde cuando vi aquella mujer. Un golpe seco acompañó la caída, asustado me bajo y me apresuro a ayudarle pero ella no me dejó.

Era una mujer mayor, de raza gitana, estaba hecha una fiera, me gritaba constantemente que la culpa había sido mía, que ella estaba bien y no necesitaba ayuda alguna. El tráfico estaba cortado y algunos impacientes comenzaban a sonar el claxon. Ante la negativa de ayuda y ver que se levantaba sin grandes problemas, me subí en el coche de nuevo. Ella se acercó hasta la ventanilla para seguir increpándome que la culpa había sido mía y que menos mal que no le había pasado nada pues de lo contrario me rajaría, yo asentía pacientemente con el deseo enorme que aquella situación terminara.

Me gritaba incesantemente “¡GASTA CUDIAOOO!”, y yo asentía “si señora, si, lo tendré” , hasta que sin verla venir una enorme bofetada cruzó mi cara, las gafas se me cayeron y me sentí ridículo pero al mismo tiempo liberado. El instinto de aquella mujer  le hizo actuar de aquella manera. ¡Ya estamos en paz, señora!, pensé. Y ahora sí, tranquilo, puse mi coche en marcha y abandoné aquel lugar. Las cosas de nuevo estaban en su sitio.  Ese fue mi primer sentimiento, ningún rencor ni odio apareció en mi corazón.
 
 Más tarde,  aquellas palabras: “¡GASTA CUDIAO!” resonaban en mi cabeza una y otra vez, como si de una lección de vida inolvidable se tratara. Reconocí que gracias a aquella bofetada se habían grabado en mi alma, pues de lo contrario habría quedado en una desagradable anécdota y pronto se hubieran olvidado, pero la conmoción provocada por la “guantá” fue necesaria para realmente obtener la señal. ¡Que gran consejo!,¡justo antes de un gran cambio y comienzo de acción emprendedora !.
 
La Breña y Barbate al fondo

Así viajamos por el camino, montados en nuestra nube de color y sabor a vainilla, rotos de cuerpo y alma, ciegos ante las bofetadas de la vida. Unos las maldicen y otros las bendicen. ¡Que más dá!. Lo que realmente importa  es reconocer esos sagrados momentos que conducen nuestra vida, conciliarlos en el aquí y ahora, y con verdadera devoción, hacer "gasho".
 

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