jueves, 20 de noviembre de 2014

Vivir el Buen Morir



Llorando, como aquel niño que detrás de la cortina escondía con verguenza sus lágrimas, mientras en el cuarto de al lado velaban el cadaver de su abuela. Así viví el Taller del Buen Morir, llorando.
 La imagen de aquel niño de apenas seis años, desconsolado al comprobar que ya nunca jamás escucharia los cuentos de aquella señora tan dulce y tierna que lo recibía en su cama, emergió de mi inconsciente en el intento de revivir cuándo fue la primera vez que tuve noción de la muerte. Y con ella, la imagen de un padre duro del que no obtuve el cariño que necesitaba, y llorando, tomé conciencia que aún no lo había perdonado.  

Triste desconsuelo, lágrimas desbordantes, rostro escondido entre las manos, así viví el Taller del Buen Morir, llorando.

 Pero no hay nada más sanador que bajar a las profundidades del alma y allí, en la más absoluta soledad, reconocer la mano amiga, el abrazo amoroso, el hombro de apoyo del guía y los amigos que te acojen y ayudan, que te dicen no estas solo, te queremos. Y sentir los lazos que te tiran hacía la luz, la clara luz, la luz sanadora que te llena de gozo y felicidad.

Reconocer el rencor sentido y expresar el perdón hacia ese padre autoritario y poco sensible fue totalmente liberador. Desde ese reconocimiento abro el corazón para que el perdon se manifieste en todo su esplendor y de esta forma te digo:

"Papá, cuantas veces necesité un abrazo tuyo, una sonrisa, cuantas veces necesité que me enseñaras, que me dejaras hacer, que me felicitaras por mis buenas notas en el colegio. Me daba miedo cuando aparecias, con ese aspecto severo y discutias con mamá.  Papá, cuantas veces necesité un abrazo tuyo.

Todavía recuerdo tus palabras, 'a esta vida venimos a sufrir', 'no hagas eso no te vayas a equivocar', 'vete', y tantas otras que solo las recibia como bofetadas. Así, me marché de casa, a luchar, todo para demostrarte que no te necesitaba, y aun hoy sigo luchando. Cuanto trabajo reconocerlo y reconducir mi camino, pero para ello necesito eliminar la causa raiz, y hoy me he dado cuenta, me he dado cuenta que todo cuanto he hecho en esta vida ha sido por ti y no porque realmente lo sentia en mi corazón.

Por todo ello te perdono, se que solo fué motivo de tu ignorancia, de tus miedos y frustraciones, hoy te comprendo, y por eso te perdono. Arrojo mi rencor cubierto en un manto de compasión fuera de mi corazón. Y así puedo expresarte lo que nunca te dije: Te quiero papá."

Ahora puedo secar mis lágrimas, mirar hacia el cielo, desde la clara luz abrir mis brazos, inspirar profundamente, y soltar amarras, dejar la mochila en el suelo y expresar, ¡bueno! y ahora, ¿ para donde vamos?.


Gracias a todos los compañeros con los que compartí el taller 'Vivir un Buen Morir' en el Monasterio Luz Serena.

- Firme Determinación -